¿Es realmente provechoso aprender y conocer la Historia?
Autor: Gustavo Birman
20/04/2025
Es muy probable que esta pregunta nos retrotraiga a nuestra etapa escolar, cuando aprender Historia se asociaba a un cúmulo de fechas, nombres de personajes y batallas importantes que debíamos memorizar para aprobar los exámenes de una materia que parecía ostentar un lugar de relleno en nuestro recorrido formativo. De hecho, no pocas personas piensan la Historia como un conocimiento que acomoda bien cuando se trata de solventar un diálogo con personas «cultas», o para no quedarse sin bocado en una charla de sobremesa. Ahora bien, si eso fuese todo lo que la Historia puede ofrecernos, entonces ¿es realmente útil aprender y conocer la Historia?
Para responder a esta pregunta, es esencial que comprendamos qué es la Historia. Sin entrar en extensas definiciones, podemos entenderla como «un diálogo con el pasado». Un diálogo cuyo eje central es la «interpelación». ¿Por qué? porque cuando desenterramos verdades y hechos del pasado, al que analizamos y exigimos explicaciones, estamos interpelando a la Historia. Pero al mismo tiempo la Historia nos interpela, porque el pasado nos habla, nos convoca a la reflexión, nos exige una respuesta, e incluso un posicionamiento frente a las luchas e injusticias del pasado. Por eso, lejos de ser una materia de relleno o un mero relato de hechos lejanos, la Historia tiene una presencia viva en nuestra actualidad, por lo que es sumamente útil aprenderla y conocerla. Entonces, ¿cómo abordar su aprendizaje? Bien, en vez de memorizar nombres y fechas exactas, es vital comprender el «sentido profundo» de la Historia. Ese sentido profundo implica entender los procesos, las causas, las consecuencias, los conflictos y las transformaciones que se sucedieron.
Ese sentido profundo nos beneficia en los siguientes aspectos:
- Nos ayuda a discernir mejor el presente, porque la realidad que hoy contemplamos no surge de la nada, sino que es el resultado de una sucesión de acontecimientos que fueron forjando y modelando lo que hoy es nuestro presente.
- Aprendemos de los errores del pasado. Esto contribuye a identificar conductas y hechos pasados que no tuvieron un final feliz, motivo más que suficiente para no reiterarlos tanto individual o como sociedad.
- Valorar los logros. Muchas veces subestimamos o ignoramos las azañas y logros pasados. Sin embargo, cuando llegamos a conocerlos nos damos cuenta de lo que nuestros antecesores fueron capaces de hacer, aun con menos recursos que los nuestros. Esto puede también impelernos a defender esos logros y conquistas.
- Formar identidad. Claramente conocer nuestra historia, nos permite saber de dónde venimos, y como consecuencia hacia donde vamos. Esto fortalece nuestra identidad individual y colectiva.
- Desarrollo de pensamiento crítico. Indudablemente nuestro análisis de las causas y consecuencias, agudiza nuestra capacidad de pensar. De esta forma será más difícil ser captados o arrastrados por movimientos con fines oscuros o poco potables.
- Fuente de inspiración. La Historia se forja con innumerables casos de valentía, superación e innovación que pueden servirnos de ejemplos motivadores a nosotros.
Como podemos ver el sentido profundo de la Historia es para cada uno de nosotros un tesoro de incalculabe valor. Las fechas y los nombres pueden ser datos útiles para ayudarnos a ubicar los sucesos en la corriente del tiempo, pero no debería sobre ellos recaer la centralidad. Cuando la historia se limita a memorizar datos, se torna estática, lejana, estéril y fácil de olvidar.
Los datos como nombres y fechas son como un mapa, pero lo realmente importante es el viaje, y ese viaje solo podemos realizarlo si nos asimos del sentido profundo de la Historia, despertando nuestro pensamiento crítico, logrando conectar el pasado con el presente. De esta manera, las fechas y los nombres más trascendentes pueden ir surgiendo de forma natural, haciendo que la Historia, además de emocionante, cobre verdadero sentido para cada uno de nosotros.
